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Nº 9 – Año 2020                         IDITEC                        ISSN: 2525-1597


                  pueden acceder biológicamente activas al intestino y/o circulación y ser recuperadas en las heces (Nakata
                  y Kimura 1985). Su unión específica a los carbohidratos complementarios expresados por los enterocitos
                  puede causar alteraciones ultraestructurales e inhibición de enzimas digestivas reduciendo así la función
                  absortiva y la utilización de los nutrientes (Zárate y Pérez Chaia, 2012).
                         Desde  el  punto  de  vista  tecnológico,  las  harinas  de  legumbres  también  poseen  algunos
                  inconvenientes  para  ser  incluidas  en  productos  derivados,  por  lo  cual  deben  ser  mejoradas  o
                  suplementadas  para  obtener  propiedades  reológicas  y  sensoriales  adecuadas  para  la  elaboración  de
                  alimentos. Actualmente existen diferentes métodos para mejorar la calidad nutricional y tecnológica de
                  las  harinas  como  el  descascarado,  remojo,  extrusión  o  tratamientos  térmicos  (Van  Der  Poel,  1990;
                  Jezierny y col., 2010). Entre los tratamientos biológicos se pueden emplear la germinación y tratamientos
                  enzimáticos  (Granito  y  col,  2002,  Luo  y  col.,  2009).  Sin  embargo,  varios  de  estos  métodos  pueden
                  degradar  nutrientes,  vitaminas  y  fitoquímicos  relevantes  y  no  remover  completamente  los  compuestos
                  indeseables (Shimelis y Rakshit, 2007).
                         En  este  sentido,  se  ha  demostrado  que  la  fermentación  es  un  proceso  biológico  que  puede
                  mejorar  ambas  características.  Esto  es  debido  al  particular  metabolismo  de  los  microorganismos
                  intervinientes que permite la remoción de compuestos indeseables y la síntesis de metabolitos que dan
                  características interesantes al producto final (Coda y col., 2014, 2015; Rizzello y col., 2014, Curiel y col.,
                  2015).
                         La fermentación puede producirse espontáneamente por acción de la microbiota endógena que
                  portan los granos (Rizzelo y col., 2014; Gan y col., 2016) o ser controlada por la inoculación de cultivos
                  iniciadores  (Coda  y  col.,  2015;  Jhan  y  col.,  2015;  Gan  y  col.,  2016;  Ferreira  y  col.,  2019).
                  Microorganismos  pertenecientes  a  varios  géneros,  han  demostrado  ser  efectivos  en  el  proceso  de
                  fermentación de harinas de diferentes leguminosas como Aspergillus, Cordyceps, Bacillus, Enterococcus,
                  y Lactobacillus (Jhan y col., 2015; Limón y col., 2015; Xiao y col., 2015, 2018; Gan y col., 2016). En
                  particular,  los  cultivos  iniciadores  formulados  exclusivamente  con  bacterias  lácticas  (BAL)  revisten
                  particular  interés debido a su carácter inocuo (GRAS status de la  FDA de  los Estados Unidos  y  QPS
                  status de la EFSA de Europa), su aporte de metabolitos bioactivos, actividades enzimáticas que aumentan
                  la digestibilidad de azúcares complejos y proteínas y por su potencial probiótico (Rizzelo y col., 2018;
                  Verni y col., 2019).
                         Numerosos  estudios  han  evaluado  el  efecto  de  la  fermentación  en  los  FAN  de  legumbres
                  (Bartkiene  y  col.,  2014;  Rizzello  y  col.,  2016,  Sáez  y  col.,  2017,  Gobbetti  y  col.,  2019).  Así,  se  ha
                  obtenido  la  eliminación  parcial  o  total  de  α-galactósidos,  taninos,  fitatos  e  inhibidores  de  tripsina  de
                  harinas de legumbres mediante fermentación espontánea (Granito y col., 2002) o por fermentación láctica
                  con  cepas  seleccionadas  de  Lactobacillus  (Coda  y  col.,  2015;  Sáez  y  col.,  2017).  Esto  se  debe  a  la
                  presencia en los microorganismos de proteasas, glicosidasas, tanasas, fitasas, y la capacidad microbiana
                  de ligar lectinas y bloquear su unión al epitelio intestinal. Investigaciones recientes han demostrado que
                  las  BAL,  por  acción  de  sus  sistemas  proteolíticos,  pueden  hidrolizar  proteínas  alergénicas  y  liberar
                  péptidos  tipo  lunasina  y  AA  no  proteicos  como  el  ácido  -aminobutírico  (GABA)  con  propiedades
                  hipotensoras,  antimicrobianas,  inmunomoduladoras,  hipoalergénicas,  sedantes,  anticariogénicas,
                  antioxidantes, y fijadoras de calcio, entre otras (Wang y col., 2014; Rizzelo y col., 2015; Biscola y col.,
                  2017).
                         Entre las principales aplicaciones de las legumbres fermentadas se puede destacar el uso de las
                  harinas para elaborar panes y crackers (Sozer y col., 2019), bebidas (Marazza y col., 2012), productos
                  fermentados semisólidos (Lim y col., 2019) o pastas tipo miso o hummus obtenidos a partir de soja  y
                  garbanzo  respectivamente.  Desde  el  punto  de  vista  tecnológico,  la  fermentación  de  harinas  de
                  leguminosas  por  BAL  suele  mejorar  las  características  generales  de  productos  de  panadería  en
                  propiedades claves que determinan la calidad de las masas, como la textura y el sabor pero también la
                  digestibilidad y el poder antioxidante (Coda y col., 2010; Rizzelo y col., 2015; Gabriele y col., 2019). Por
                  ejemplo,  la  acidificación  de  la  masa  debido  a  la  producción  de  ácidos  orgánicos  (láctico  y  acético
                  principalmente) aporta propiedades organolépticas aceptables, y puede activar enzimas endógenas de los
                  granos  como  fitasas,  que  permiten  incrementar  la  biodisponibilidad  de  minerales  (Leroy  y  De  Vuyst
                  2004). Además los ácidos orgánicos junto con péptidos antimicrobianos como las bacteriocinas inhiben el
                  desarrollo de hongos y patógenos.
                         La proteólisis durante la fermentación, contribuye a la hidratación de la masa y a la retención de
                  gas, y aumenta la concentración de aminoácidos debido a la actividad de sus peptidasas  intracelulares
                  (Gänzle y col. 2008). La degradación del almidón en la etapa inicial es la principal fuente de hidratos de
                  carbono fermentables y azúcares reductores y es importante en la estructura de la miga del pan (Corsetti y
                  col.  1998).  Sólo  unas  pocas  cepas  de  BAL  (Lactobacillus  plantarum,  Lb.  amylolyticus  y  Lb.
                  mannihotivorans)  presentan  actividad  amilasa  extracelular  (Gänzle  y  Follador,  2012).  Sin  embargo,  la




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