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Nº 9 – Año 2020                         IDITEC                        ISSN: 2525-1597


                         La fermentación puede producirse espontáneamente por acción de la microbiota endógena que
                  portan los granos (Rizzelo y col., 2014; Gan y col., 2016) o ser controlada por la inoculación de cultivos
                  iniciadores  (Coda  y  col.,  2015;  Jhan  y  col.,  2015;  Gan  y  col.,  2016;  Ferreira  y  col.,  2019).
                  Microorganismos  pertenecientes  a  varios  géneros,  han  demostrado  ser  efectivos  en  el  proceso  de
                  fermentación de harinas de diferentes leguminosas como Aspergillus, Cordyceps, Bacillus, Enterococcus,
                  y Lactobacillus (Jhan y col., 2015; Limón y col., 2015; Xiao y col., 2015, 2018; Gan y col., 2016). En
                  particular,  los  cultivos  iniciadores  formulados  exclusivamente  con  bacterias  lácticas  (BAL)  revisten
                  particular  interés debido a su carácter inocuo (GRAS status de la  FDA de  los Estados Unidos  y  QPS
                  status de la EFSA de Europa), su aporte de metabolitos bioactivos, actividades enzimáticas que aumentan
                  la digestibilidad de azúcares complejos y proteínas y por su potencial probiótico (Rizzelo y col., 2018;
                  Verni y col., 2019).
                         Numerosos  estudios  han  evaluado  el  efecto  de  la  fermentación  en  los  FAN  de  legumbres
                  (Bartkiene  y  col.,  2014;  Rizzello  y  col.,  2016,  Sáez  y  col.,  2017,  Gobbetti  y  col.,  2019).  Así,  se  ha
                  obtenido  la  eliminación  parcial  o  total  de  α-galactósidos,  taninos,  fitatos  e  inhibidores  de  tripsina  de
                  harinas de legumbres mediante fermentación espontánea (Granito y col., 2002) o por fermentación láctica
                  con  cepas  seleccionadas  de  Lactobacillus  (Coda  y  col.,  2015;  Sáez  y  col.,  2017).  Esto  se  debe  a  la
                  presencia en los microorganismos de proteasas, glicosidasas, tanasas, fitasas, y la capacidad microbiana
                  de ligar lectinas y bloquear su unión al epitelio intestinal. Investigaciones recientes han demostrado que
                  las  BAL,  por  acción  de  sus  sistemas  proteolíticos,  pueden  hidrolizar  proteínas  alergénicas  y  liberar
                  péptidos  tipo  lunasina  y  AA  no  proteicos  como  el  ácido  -aminobutírico  (GABA)  con  propiedades
                  hipotensoras,  antimicrobianas,  inmunomoduladoras,  hipoalergénicas,  sedantes,  anticariogénicas,
                  antioxidantes, y fijadoras de calcio, entre otras (Wang y col., 2014; Rizzelo y col., 2015; Biscola y col.,
                  2017).
                         Entre las principales aplicaciones de las legumbres fermentadas se puede destacar el uso de las
                  harinas para elaborar panes y crackers (Sozer y col., 2019), bebidas (Marazza y col., 2012), productos
                  fermentados semisólidos (Lim y col., 2019) o pastas tipo miso o hummus obtenidos a partir de soja  y
                  garbanzo  respectivamente.  Desde  el  punto  de  vista  tecnológico,  la  fermentación  de  harinas  de
                  leguminosas  por  BAL  suele  mejorar  las  características  generales  de  productos  de  panadería  en
                  propiedades claves que determinan la calidad de las masas, como la textura y el sabor pero también la
                  digestibilidad y el poder antioxidante (Coda y col., 2010; Rizzelo y col., 2015; Gabriele y col., 2019). Por
                  ejemplo,  la  acidificación  de  la  masa  debido  a  la  producción  de  ácidos  orgánicos  (láctico  y  acético
                  principalmente) aporta propiedades organolépticas aceptables, y puede activar enzimas endógenas de los
                  granos  como  fitasas,  que  permiten  incrementar  la  biodisponibilidad  de  minerales  (Leroy  y  De  Vuyst
                  2004). Además los ácidos orgánicos junto con péptidos antimicrobianos como las bacteriocinas inhiben el
                  desarrollo de hongos y patógenos.
                         La proteólisis durante la fermentación, contribuye a la hidratación de la masa y a la retención de
                  gas, y aumenta la concentración de aminoácidos debido a la actividad de sus peptidasas  intracelulares
                  (Gänzle y col. 2008). La degradación del almidón en la etapa inicial es la principal fuente de hidratos de
                  carbono fermentables y azúcares reductores y es importante en la estructura de la miga del pan (Corsetti y
                  col.  1998).  Sólo  unas  pocas  cepas  de  BAL  (Lactobacillus  plantarum,  Lb.  amylolyticus  y  Lb.
                  mannihotivorans)  presentan  actividad  amilasa  extracelular  (Gänzle  y  Follador,  2012).  Sin  embargo,  la
                  producción de exopolisacáridos por BAL en las masas mejora el volumen y la textura del pan, además de
                  aumentar el contenido de fibra dietética (Gänzle y col. 2014).
                         La producción de compuestos de aroma y sabor es llevada a cabo a través del metabolismo de
                  lípidos y compuestos fenólicos (Czerny y Schieberle, 2002). Al respecto, las BAL albergan un conjunto
                  de enzimas para  la conversión de compuestos fenólicos, como feruloil esterasas, tanasas, reductasas  y
                  descarboxilasas de ácidos fenólicos que participan en la remoción de FAN y liberación de compuestos
                  bioactivos  relevantes  para  la  prevención  de  las  patologías  antes  mencionadas  (Fillanino  y  col.,  2018).
                  Estas enzimas han sido descriptas en cepas asociadas a matrices vegetales como Lactobacillus plantarum,
                  L. fermentum y Weissella spp. (Rodriguez y col., 2009; Jimenez y col. 2014).
                         La fermentación de legumbres puede llevarse a cabo como fermentación sumergida o en sustrato
                  sólido (FSS), aunque ésta última es una estrategia emergente para la producción de alimentos de mejor
                  calidad  nutricional,  funcional  y  sensorial  y  se  ha  empleado  para  fermentar  harinas  de  soja,  poroto  y
                  garbanzo (Rodríguez de Olmos y col., 2015; Xiao y col., 2015; 2018; Sáez y col., 2017). En este sentido,
                  se  ha  observado  que  panes  libres  de  gluten  elaborados  con  harinas  fermentadas  de  habas  resultaron
                  mejores que los no fermentados mostrando mayor volumen y porosidad, incremento en la digestibilidad
                  proteica, AA esenciales e índices nutricionales y de valor biológico (Sozer y col., 2019).
                         En  el  contexto  expuesto,  el  empleo  de  BAL  autóctonas  seleccionadas  por  sus  propiedades
                  potencialmente beneficiosas, puede resultar relevante a la hora de elaborar alimentos a base de legumbres
                  que  representen  una  alternativa  novedosa  que  incremente  su  consumo.  Por  lo  tanto,  el  objetivo  del


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